Cuando se piensa en la importancia de los arrecifes de coral se ha de tener en cuenta que va más allá de su simple percepción como ecosistemas ricos y bonitos. Desempeñan un papel fundamental en las economías locales, siendo las fuentes de recursos de las poblaciones locales, aportan recursos como comida, materiales, soporte y formación de islas o como un atractivo turístico en auge sobre el cual se sostienen miles de familias a lo largo del mundo. Su influencia no está ligada solo al aspecto local, son los entornos coralinos uno de los principales sumideros de CO2 del planeta o plásticos como se ha descubierto recientemente.
Estos ecosistemas son uno de los grandes focos de producción del fitoplancton que a través de las corrientes marinas y la gran cinta transportadora transoceánica, distribuyen el plancton a lugares más lejanos, proveyendo el sustento de estos ambientes marinos, así como sus pesquerías y pescadores. Sin embargo, por causas directas o indirectas, los arrecifes de todo el mundo han de enfrentarse a una difícil situación comprometiendo su supervivencia a corto, medio y largo plazo, y con ello poniendo en peligro real toda la macro cadena de relaciones biológicas y económicas a escala mundial.
Estas estructuras son algunas de las cosas más bonitas del planeta y esta belleza es la base de la industria del turismo para muchos países con pocos recursos naturales. Las moléculas que se van descubriendo en los arrecifes son cada vez más importantes, aportando bioactivos para crear medicamentos contra enfermedades como el cáncer o el alzhéimer.
Así que por todas estas razones, los economistas estiman que el valor de los arrecifes de coral en todo el mundo es de cientos de miles de millones por año.
Cada vez es más evidente que los efectos del Calentamiento Global se dejan ver con mayor claridad en zonas de arrecifes coralinos de todo el mundo. Estos delicados entornos biológicos, desarrollados durante millones de años en unas condiciones de estabilidad ambiental casi inmutables o muy lenta evolución, han de hacer frente a un desafío nunca antes registrado, y es que son cada vez más frecuentes los episodios de muerte de arrecifes que se llevan registrando en los últimos años. El estrés térmico que estos ecosistemas afrontan, con olas de calor aumentan la temperatura del mar, incluso alcanzando los 34ºC, registros realizados por nuestro equipo in situ. Este fenómeno ambiental, ligado al aumento térmico de las masas de agua, se suma a otras perturbaciones como el aumento de la turbidez del entorno marino cuyo origen está directamente relacionado con los lixiviados, producto de la deforestación local. En este compendio, los procesos fotosintéticos del coral son llevados a tasas metabólicas diarias muy por debajo de los niveles habituales. Si esto no fuera suficiente, el aumento de la polución marina pone en un serio aprieto el sistema inmune y capacidad de adaptabilidad de estos organismos. Todo ello se ha traducido en un aumento de los episodios de blanqueamiento y muerte del coral, aumento de las enfermedades que sufren.
Pero no todos los peligros para el arrecife provienen de las perturbaciones ambientales. La mano del hombre (efectos antropogénicos), están muy presentes en las causas que contribuyen al desarrollo de los fenómenos anteriormente explicados, tiene a su vez una influencia directa en los ecosistemas coralinos. Las poblaciones y distribución de estrellas corona de espinas (Acanthaster planci) se están viendo potenciadas ante la inexistencia de depredadores naturales con motivo de su sobrepesca y unas condiciones ambientales más favorecedoras para su reproducción.
Las nuevas construcciones costeras ejercen una destrucción directa de los arrecifes, al ser estos dinamitados para instalación de conductos, cables, cimientos o simplemente ser usados como material de construcción. Estas construcciones a su vez pueden llegar a suponer una alteración en los regímenes de corrientes costeros, lo que trae como consecuencia la alteración de los flujos de alimentos, larvas y gametos de coral que se valen de ellos para su dispersión y son imprescindibles para el abastecimiento de comida y nuevos reclutas de los arrecifes ya establecidos en la zona.
Si bien el panorama que se dibuja puede no ser alentador, son cada vez más las voces que se suman no solo a reivindicar soluciones si no a ponerse manos a la obra implementando aquellas medidas que intentan revertir tan difícil situación.
Por otra parte, desde el punto de vista “urbanita”, acomodado en el sillón de su casa, es normal pensar que estas conexiones ambientales no puedan afectarle a él directamente o que no merece la pena poner atención a problemas que ocurren a cientos de kilómetros de su hogar, cayendo así en un error de base que se ha enquistado en la sociedad actual. Al restaurar un ambiente no solo protegemos una porción de vida, también se pone en conocimiento otro aspecto más de nuestro entorno global y cómo nos afecta. Entender como la destrucción de un manglar de indonesia puede conllevar a un encarecimiento del atún enlatado es algo difícil de entender sin esa integración de conocimientos que van más allá del simplemente comercial.
Algunos autores definen la restauración como “el proceso de ayudar a la recuperación de un ecosistema que ha sido degradado, dañado o destruido”. En este sentido, lo que se pretende es que un ecosistema alterado por la acción humana, directa o indirecta, recupere el curso evolutivo natural que debería haber llevado sin esta alteración antrópica. Bien es cierto que puede resultar muy pretencioso corregir una situación producto de la manipulación mediante otra manipulación, no obstante es el fin de la misma lo que diferencia a una intervención constructiva de otra que no lo es tanto. Un área natural constituye una pieza más del rompecabezas en el que la humanidad vive y que llamamos Tierra, en la cual, cada una de estas piezas se interrelaciona con las demás de un modo más o menos evidente, por ello la carencia o desequilibrio genera un efecto dominó, que no siempre es evidente o deseable. Un ejemplo evidente entre ecosistemas podemos verla en las especies migratorias, las cuales dependen de la existencia de hábitats de paso saludables para alcanzar sus destinos de cría y alimentación durante las migraciones.